viernes, 18 de septiembre de 2015

Viajar es un placer, que nos suele suceder (o cómo acabar liada en una manta con los pies fríos y viendo caras de ángeles)

Últimamente estoy muy perdida, y es que estoy trabajando a tope en un proyecto vegano muy interesante y bonito que no puedo citar aquí, pero que ya conoceréis un día ;-) Esto conlleva viajar con más frecuencia de la que yo quisiera (porque además es que no se disfruta del viaje y te da igual estar donde estés, aunque la verdad es que prefiero estar en sitios tranquilos, y Berlín no es uno de ellos).



































Y claro, también va acompañado de bastante estrés, y cuando después de pasarme una semana en el Berlín de mis entretelas, luchando a brazo partido para entrar en el metro (porque a los 8 de la mañana no se les ocurre nada mejor que eliminar nada menos que 3 (¡tres, con letras!) trenes, y nosotros teníamos que llegar al aeropuerto!!, y claro, cuando llegó el metro iba "abarrotao" y aunque no cabía ni un alfiler, mi marido y yo hicimos una magnifica transformación en "casi-alfiler" y nos prensamos entre el gentío, que protestaba a más no poder, pero, qué remedio nos quedaba?!) y sometiéndonos a continuación al insidioso control de seguridad del aeropuerto (porque sí, llegamos a tiempo :-)), que no paraban de buscar cosas inexistentes y les daba igual si el avión tenía que salir, pues acabé explotando yo, en vez de mi equipaje, porque ya en el viaje de ida pitó al pasar yo (decían que era "por casualidad", así que les prometí comprar lotería al día siguiente, a ver si tenía la misma suerte). Acto seguido me registraron con un aparatito muy sospechoso casi hasta dentro de las bragas (en serio), y al preguntarles que qué buscaban, van y me dicen que tomaban pruebas de "material explosivo", luego metieron un chip con las pruebas en una máquina y...¡ ¡ ¡  ta, tá, ta, tá ! ! !: nada (porque claro, yo no llevaba encima material explosivo, pero no quisieron creerme cuando les dije que soy pacifista, aunque la verdad es que en tales circunstancias no me sentía demasiado pacífica y me estaban tocando ya las narices). Pero lo mejor viene ahora, porque van y la toman con mi equipaje de mano, lo sacaron todo, pero no así con cuidadito, sino todo desparramado y hecho un lío, y yo que llevaba mis "aperos de trabajo" (léase molinillo de café, prueba de magdalenas en un tuper, galletitas en otro, xilitol en una bolsa de plástico y cosas de ese estilo), pues no entendía qué buscaban, y como no paraban de meter los dedos por todas partes (hasta que les prohibí meterlos en las magdalenas, hasta ahí podíamos llegar !!), mi marido les preguntó que a qué venía todo eso. Bueno, pues en vez de contestar de buenos modos y pedir perdón por las molestias (al fin y al cabo le habían metido mano a todo mi equipaje) va la tía y se pone borde, y en un tono extremadamente agresivo nos dice que si íbamos ahora a decirle cómo tenía que hacer su trabajo, cuando éramos nosotros los que llevábamos objetos prohibidos. En ese momento no supe si soltar la carcajada o gritar. Respiré profundamente y me dije: "Rocío, tranquila... ommm", y con una serenidad que no sé de dónde la saqué le expliqué con mucho detalle a la señora de marras que cuando se hace la facturación en internet sale una lista con muchos objetos y dibujitos, pero que ninguno de ellos era ni un molinillo de café ni unas magdalenas, así que de prohibido nada, monada. 


¿Dónde están las magdalenas?

La señora en cuestión montó en cólera (que no es ningún caballo de película, sino el cabreo que le dio porque yo en vez de pelearme trataba de razonar) y quizás sea por desviación profesional (entre otras cosas estudié Psicología), el caso es que le advertí de su actitud agresiva y fuera de lugar, y esto no debió de gustarle mucho, pero se fue a buscar a la próxima víctima, y es que debemos partir de la base de que por el hecho de viajar en avión somos criminales (aunque quizás no vaya muy descarriada, porque es un crimen contra el medio ambiente, lo reconozco) y tenemos que poner carita de sonrisa Profidén  cuando le meten mano de mala manera a nuestro equipaje. Y yo que nunca he podido con la injusticia y con lo que no entiendo, pues estaba que explotaba por dentro, así que después de las peripecias berlinesas volvió a pitar en el aeropuerto (es curioso, lo mismo es que las máquinas registran las vibraciones emocionales...).

playmobil control aeropuerto
Foto: http://lavigilanta.info/wordpress/?p=674. Vale la pena leer el post

A esto hay que añadir que no me porté bien con mi cuerpecito gentil, comí poco y mal, dormí menos y peor y encima me cargué de mala energía al pelearme con un dependiente prepotente y chulo de una cadena de electrodomésticos que me tomó el pelo diciendo que ninguna tienda tiene la obligación de aceptar devoluciones, y que si lo hacían era porque la competencia también lo hace y es un favor que le hacen al cliente, pero a mí no me lo hacían porque hacía más de 14 días que compré ese objeto. Al contestarle que en el tiquet de compra no pone nada de cuánto tiempo hay para cambios o devoluciones, me responde el tío que no lo ponen porque no tienen obligación de aceptar las devoluciones. ¿Nombre de la tienda?, bueno, en España no existe, pero si vais por Alemania os aconsejo no comprar en Saturn si no queréis llevaros sorpresas desagradables. Sauladen! Prefiero no escribir mi reacción.

Total, que después de todo esto llegué a mi casa completamente derrotada, y aunque mi cuerpo me pedía descanso, yo pretendía seguir haciendo cosas y olvidarme de cuidarme, así que mi cuerpo se rebeló (que está totalmente en su derecho) y dijo "aquí estoy yo!", atacando con fuerza, hasta que no tuve más remedio que pasarme un día liada en una manta, tiritando, probando remedios naturales y durmiendo con música tranquila de fondo (más que nada para amortiguar el ruido de las miles de obras que azotan al pueblo como una epidemia). 

Este sillón manta de vilssa.com no me hubiera venido nada mal

Así que me he pasado toda la semana a base de infusiones, haciendo lavados de nariz con agua y sal, gárgaras de salvia y untándome por aquí y por allá aceites esenciales de un montón de cosas (el día de la manta hasta me restregué los pies con Tabasco, a ver si entraban en calor, pero no funcionó. Lo único que sirvió fue un masajito con mucho cariño de mi marido, y es que el amor hace milagros :-)). Luego decidí ayunar, ya que aparte de no tener hambre, así no le daba más trabajo al organismo, pero una es brutilla, y al día siguiente (aún en ayunas) me fuí por la tarde a cantar al coro, y mira por donde que con tantos ejercicios de voz y de respiración me dio tal mareo que me caí redonda al suelo sin sentido. Sólo recuerdo que caí en un estado placentero, indefinible e indefinido, y que cuando volví en mí tenía la cabeza en el suelo, los pies en lo alto de una silla y muchas caras de mujeres preocupadas a mi alrededor. Si morir es así, no hay que tener miedo, es algo incluso agradable (excepto el momento en que la cara se queda blanca y fría, pero pasa rápido), y seguro que cuando abra los ojos las caras que encuentre no estarán preocupadas, sino alegres.

Foto: trealdia.blogspot.com

Bueno, pues cuando he empezado este post sólo quería meter un poco de rollillo de relleno para una receta super fácil de pasta de dientes que quiero publicar desde hace tiempo, pero me parece que se va a quedar para la próxima, así que le cambio el título y en paz.

¡¡Feliz fin de semana!!